jueves, 26 de febrero de 2015

ARTE Y CIENCIA II


Validación en Arte y Ciencia

En el escrito anterior traté de destacar los parentescos entre arte y ciencia en lo relativo al uso de la imaginación creadora. Ambas ‘imaginaciones’ se encaminan a sus objetivos, sobre la base de actitudes similares. En los dos casos, como decía, la imaginación se nutre de la libertad para decir no, a lo que precede, y de la libertad para aventurarse en el ¿por qué no? de lo que puede estar por delante. Sin embargo hay un punto importante que marca fronteras entre esos comportamientos, vale decir, los procesos científicos y los procesos artísticos. ¿Acaso deben confundirse, aun desde sus posibles analogías?

Es notorio que solo algunos rasgos del problema pueden tratarse en la dimensión de estos escritos. Con todo, parece interesante asomarse a la comparación entre arte y ciencia, esta vez, en cuanto al modo en que se validan sus resultados.
Con esa expresión, validar los resultados, me refiero a esto: ¿de dónde provienen las medidas que dan la pauta respectiva de lo correcto o incorrecto de una teoría, una hipótesis, una conjetura, un filme, una novela, una escultura? Más aún, ¿hay maneras de medir lo correcto o incorrecto  de un filme, una novela, una escultura?

Las hipótesis y las teorías científicas deben coincidir, al menos, con dos factores. Uno de ellos es la coherencia teórica que deben presentar las hipótesis respecto de las teorías científicas contemporáneas aceptadas. Pero, si se las discute, deben tener la capacidad de formular modos de comprobación de sus principios, aquellos que representan una objeción para con las teorías vigentes, a las que apuntan (modos teóricos y/o empíricos).

También se alude en ciencias a la capacidad predictiva de una teoría y a la posibilidad de comprobación de las predicciones. En resumen, salvo en el caso de las teorías matemáticas (formales), generalmente las ciencias naturales y aun determinadas ciencias humanas se validan con la realidad.

La validación, en matemáticas no proviene de la realidad, de un concepto de verdad originado en la realidad, sino del principio de coherencia interna (formal o lógico).

¿Qué cabe decir, por otra parte, sobre la validación de los productos del arte? ¿Acaso las medidas para validar el arte provienen, efectivamente, de la realidad?
Muchos ejemplos artísticos y cientos de opiniones comunes parecen responder afirmativamente a esta pregunta. La respuesta genérica habitual , aún hoy, sería más o menos así: "una obra de arte es buena cuando se parece a la realidad..." por lo tanto -siguiendo con un fácil, pero falaz, silogismo- el valor de
esta obra X es alto porque presenta situaciones que reflejan la realidad.

Insisto, aun cuando muchas obras de diferentes disciplinas artísticas parecen cumplir su sentido en la mímesis cercana a la realidad... el valor de sus productos se encuentra más próximo a la validación que funciona en matemáticas.


Digo esto no porque en arte la cuestión sea un juego lógico de mera coherencia interna, sino porque la autonomía de las obras respecto de la realidad referida (tanto como su valor artístico) es independiente de esa misma realidad.
La excelencia no reside en la capacidad figurativa demostrada por un artista. La independencia se hace patente, aun cuando ocurra un acercamiento desde una representación inmejorable.

Lo valioso del arte está en su posibilidad de construir una versión de la realidad como síntesis, símbolo, emblema… trátese de la representación figurativa o de la representación abstracta. El valor del arte se juega en los pliegues donde se oculta e insinúa a la vez el sentido, antes que en los significados exhibidos. Significados que, por ejemplo, en el arte de tipo representativo tienen como característica parecer que se parecen a lo real.

¿Se han alejado, de este modo, los mencionados territorios puestos en comparación, arte y ciencia?

Diré esto como propuesta final para la reflexión: en el arte los pliegues están principalmente en su lenguaje, en su modo de aludir a la realidad. A la vez, en el dominio de la ciencia, los pliegues están en la realidad misma a la que apunta, cada vez más compleja a juzgar por la riqueza interpretativa que pone en práctica la investigación científica actual. El lenguaje científico es construcción, sí, de un lenguaje interpretativo, pero sobre la base de una realidad que nunca se entrega de manera transparente. Una realidad que abre una incógnita a continuación, o en el seno mismo, de cada respuesta formulada.

De esta manera, el sentido se oculta e insinúa, a la vez, como si se tratara del propio sentido del arte, lo cual crea una fértil intersección entre ambos territorios.

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