miércoles, 22 de diciembre de 2021

Navidad en Tierra de Nadie

 

Navidad en Tierra de Nadie[i]

Margarita Schultz

 

El tableteo de las ametralladoras llevaba días, interrumpido apenas por puntuales cañoneos.

Las tropas alemanas estaban atrincheradas a no más de 100 m de distancia. ¿Y entre medio? La Tierra de Nadie…

En las trincheras, con los fusiles apoyados sobre la tierra helada sobrevivían su vida soldados de un batallón. Algunos, peleando contra el sueño, otros, apoyados junto al barro compacto, miraban por sobre el borde los relumbres de los disparos cada vez más cercanos. Las escaramuzas se cruzaban de improviso, con la velocidad del rayo. Quedaban después, en ese espacio de nadie, los cuerpos de los muertos y las quejas sin fuerza de los moribundos.

Recostado contra la pared de la trinchera, apenas recubierta por unas tablas para evitar desmoronamientos, un soldado escribía una carta para su amada, iluminado por un pequeño farol de aceite cubierto con un trapo. Un cohete cruzó el cielo nocturno con un silbido aterrador y fue a explotar más allá, a metros de la trinchera.

El soldado escribía, apoyada la hoja sobre el revés de su plato de aluminio. Enérgico sonó el grito de su Sargento: − ¡Chester! ¡Maldito cochino! ¡Apaga esa luz! ¡¿Nos quieres ver morir a todos?!

Pero, el soldado estaba como inmerso en una  pompa de jabón. Allí buscaba los recuerdos de aquella despedida que tuvieron su amada y él, en una pequeña calle de Dover. La fatiga acumulada, la suciedad, los estruendos entreverados del combate, no le impedían escribirle sobre su amor, una vez más.

Esa carta seguiría la misma ruta que las anteriores: el fondo nunca bien seco de su mochila. En esos días, nadie venía con cartas, nadie las llevaba para entregarlas. La situación frenaba cualquier desplazamiento, ¡Hasta nuevo aviso! –fue esta vez el grito desaforado del Sargento que recorría la trinchera dando órdenes con voz ronca. Era su manera de intentar proteger a sus soldados.

Ya habían perdido a varios camaradas. Los que habían logrado rescatar, desde la Tierra de Nadie, yacían en una fosa única, en un extremo. La mayoría de los combatientes había aprendido, también, a tragarse el dolor de esas pérdidas.

 

Al otro lado de la Tierra de Nadie, en la trinchera alemana, recostado contra la pared de barro apenas recubierta por unas tablas para evitar desmoronamientos, un soldado escribía una carta para su madre. Omitía el horror y solo ponía en el papel palabras de amor y ternura, y algunos detalles sobre la infame comida. Esa carta seguiría la misma ruta que las anteriores, el fondo de su mochila. Los tableteos de las ametralladoras, las estampidas ocasionales de los cañones lo movían a tratar de taparse los oídos con ambas manos. La vela encendida, pegada en el revés de su plato de aluminio, casi no daba luz; iba cincelando las últimas formas de la chorreadura de cera antes de apagarse. El soldado escribía apoyado sobre la caja del radiotransmisor. Era el encargado de las comunicaciones…

Detalles en los uniformes embadurnados de lodo daban, a cada lado, indicios de la diferente nacionalidad: a primera vista, los cascos. Sin embargo, los emparejaba la consigna recibida de matar al enemigo. Estaban, de modo similar, devastados por el cansancio y el hambre, el dolor, la incertidumbre y el miedo. El miedo representaba allí el rostro de la Vida; los muertos no temían.

Era el inicio de la Nochebuena, vísperas de la Navidad.

A lo lejos se divisaban resplandores de estallidos. Un silencio inusual en medio de la negrura, en la parte alemana, sorprendió a quienes hacían guardia; un silencio profundo como el de la calma que precede a una tormenta. El batallón permaneció alerta, las armas listas, preparados para un eventual ataque masivo...

Sin embargo, vieron aparecer unas temblorosas, tenues luces. Avanzaban con lentitud, como si en verdad estuvieran clavadas en su sitio. Venían desde la trinchera inglesa, la de los enemigos.

Alguien en su desesperación y locura había tomado la iniciativa.

Paso a paso algunos soldados ingleses fueron avanzando en la neutralidad de la Tierra de Nadie. Llevaban velas encendidas, le cera caliente les quemaba los dedos, pero no sentían dolor. Los del batallón continuaron avanzando, expectantes. Y alcanzaron a ver, en medio de la oscuridad, unos trapos blanquecinos, movedizos. Estaban siendo agitados por soldados enemigos que avanzaban desde las trincheras alemanas.

Así fue hasta quedar frente a frente, en un estado de paz impremeditada y efímera. Al momento se oyó en la noche el canto de un villancico y otros y más. Se mezclaron los idiomas, letras y melodías en un milagroso quodlibet

Así se tejió la fuerza de una Tregua de Nochebuena, con las fibras humanas, íntegras pese a todo…

La Tierra de Nadie fue durante ese tiempo nocturno, Tierra de Todos. El estruendo de las armas se había detenido. Al menos por unas horas un silencio bendito dejó lugar a las canciones, las miradas, sonrisas, intercambios de cigarrillos y de botones de chaquetas. Surgieron apretones de manos, las que, aunque de modo inestable, dejaron de sostener fusiles.

Un cielo oscuro, profuso en estrellas, fulgía como horizonte, por encima de todos.

 

…………..

 

 


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[i] La Tregua de Navidad

La tregua comenzó en la víspera de la Navidad el 24 de diciembre de 1914, cuando las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras, luego continuaron con su celebración cantando villancicos: específicamente "Stille Nacht" (Noche de paz). Las tropas británicas en las trincheras al otro lado respondieron entonces con villancicos en inglés.

Apenas unas horas antes, ambos lados estaban tratando desesperadamente de matarse entre sí.

Pero durante un breve período durante la Navidad de 1914, las balas, las bombas y el derramamiento de sangre en el frente occidental durante la Gran Guerra dieron paso a un precioso momento de paz festiva. (Fragmento).

 

 

Fuente: The Daily Mirror UK

Autora del artículo acerca de La Tregua de Navidad: Melissa Thompson 26-12-2012

16 millones de personas murieron durante esos cuatro años

 

lunes, 20 de diciembre de 2021

Otro año


                                        Jano Bifronte                     [Imagen: RedHistoria]


 Otro año


transitan los días
en su neutralidad
sin saber cuál es su estrella 

 

sin embargo
cuando algo los atrae
se ordenan los días
en torno a un centro

 

y danzan
entre la historia y la ficción
con la música del tiempo

 

nos convertimos entonces
en espectadores
del contacto
entre dos años

 

31 de diciembre 2021- 01 de enero 2022